sábado, 13 de febrero de 2016

Patagones

Patagones

 

Por Juan A Castro

Los Chónik, chonecas, patagones o aoniken, eran hombres de talla muy elevada, de constitución física atlética, cabeza grande y maciza, cara ancha y angulosa. A partir de estas concepciones, fueron llamados “patagones” por los españoles, que vieron sobre la superficie de la helada tierra del sur la marca del enorme tamaño de sus botas.

Vivieron en las actuales provincias argentinas de Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Se llamaban a sí mismos “chonik”, que en su lengua significaba “nosotros los hombres”, y se dividían en tres sub-tribus: los tehuelches meridionales (o patagones del sur, desde el río Chubut hasta el estrecho de Magallanes), los téuesch (sobre la cordillera) y los selk’nam, también conocidos como onas, específicamente en la isla de Tierra del Fuego. También se los conocía como “tehuelches del sur”.
 

COSTUMBRES:

Tanto los tehuelches como los téusch y selk’nam tenían costumbres nómades. Toda la actual Patagonia argentina era suya: la cordillera y el mar parecían ser sus únicos límites. Se alimentaban con ñandúes, guanacos y otros animales ya extinguidos, en cuya caza invertían buena parte de su tiempo, como así también en la recolección de frutos y raíces silvestres. Para capturar a sus presas utilizaban arcos y flechas, arpones, lanzas y boleadoras, aún antes de la llegada de los caballos a América.

Animales como las llamas les proveían también del cuero para la confección de sus ropas y las paredes de sus tolderías, y de los huesos con los que construían elementos de uso cotidiano.

Las viviendas de los patagones se construían entonces con las pieles de los animales, erguidas por tirantes de madera que se enterraban en forma de círculo en la tierra. Los onas, habitantes de la actual isla grande de Tierra del Fuego –compartida por la Argentina y Chile–, construyeron sus chozas en forma cónica, con pequeñas paredes de treinta centímetros de alto, de pasto y barro, que evitaban que se escapara el calor.

 
La entrada de estas viviendas, de cerca de cuatro metros de diámetro, se orientaba siempre hacia el este, dirección de la que solía soplar menos el viento.

Sobre fines del 1600, los indios tehuelches comenzaron a utilizar el caballo –animal traído por los españoles al continente americano desde Europa–, para su traslado cotidiano. Los viajes por la extensa Patagonia se volvieron entonces más sencillos.

Creían en un dios supremo llamado Temaukel, cuyo mensajero –Kenos–, era la estrella Alfa. Los hechiceros de la tibu luchaban contra los malos espíritus.

Con respecto a su vestimenta, aunque vivían en zonas de muy bajas temperaturas, apenas se cubrían con un taparrabos en forma de triángulo, y una capa desde los hombros hasta los pies, en el caso de los hombres, y hasta las rodillas en el caso de las mujeres. Las integrantes femeninas de la tribu vestían también un cuero que les envolvía el cuerpo desde debajo de los brazos y hasta las rodillas, con el pelo hacia adentro.

En los pies solían llevar una especie de zapatos de cuero con el pelo hacia fuera, en tanto que, con relación al maquillaje, solían pintarse de color rojo oscuro, no sólo por criterios artísticos o decorativos, sino también para evitar el contacto directo del frío viento de la región con la piel descubierta. Se adornaban también con collares y pulseras de tendones de guanacos, pastos, huesos de pájaros de la zona o caparazones de crustáceos.

Usaban cabello largo y solían emprolijar su flequillo. Se depilaban las cejas y solían también tatuarse el cuerpo, especialmente, el antebrazo.

Eran monógamos en su mayoría, y concretaban sus “matrimonios” a partir de la compra y venta de las mujeres. Las familias eran llamadas “askas”, comandadas por un cacique.

Nunca trabajaron la cerámica ni la confección de tejidos: apenas utilizaban algunos recipientes de barro cocido.

ACTUALMENTE: Este pueblo se ha extinguido.

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