Patagones
Por Juan A Castro
Los Chónik, chonecas, patagones o aoniken, eran hombres de talla muy elevada, de constitución física atlética, cabeza grande y maciza, cara ancha y angulosa. A partir de estas concepciones, fueron llamados “patagones” por los españoles, que vieron sobre la superficie de la helada tierra del sur la marca del enorme tamaño de sus botas.
Vivieron en las actuales provincias
argentinas de Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Se llamaban a sí mismos
“chonik”, que en su lengua significaba “nosotros los hombres”, y se dividían en
tres sub-tribus: los tehuelches meridionales (o patagones del sur, desde el río
Chubut hasta el estrecho de Magallanes), los téuesch (sobre la cordillera) y
los selk’nam, también conocidos como onas, específicamente en la isla de Tierra
del Fuego. También se los conocía como “tehuelches del sur”.
COSTUMBRES:
Tanto los tehuelches como los
téusch y selk’nam tenían costumbres nómades. Toda la actual Patagonia argentina
era suya: la cordillera y el mar parecían ser sus únicos límites. Se
alimentaban con ñandúes, guanacos y otros animales ya extinguidos, en cuya caza
invertían buena parte de su tiempo, como así también en la recolección de
frutos y raíces silvestres. Para capturar a sus presas utilizaban arcos y
flechas, arpones, lanzas y boleadoras, aún antes de la llegada de los caballos
a América.
Animales como las llamas les proveían también del cuero para la confección
de sus ropas y las paredes de sus tolderías, y de los huesos con los que
construían elementos de uso cotidiano.
Las viviendas de
los patagones se construían entonces con las pieles de los animales, erguidas
por tirantes de madera que se enterraban en forma de círculo en la tierra. Los
onas, habitantes de la actual isla grande de Tierra del Fuego –compartida por
la Argentina y Chile–, construyeron sus chozas en forma cónica, con pequeñas
paredes de treinta centímetros de alto, de pasto y barro, que evitaban que se
escapara el calor.
Sobre fines del
1600, los indios tehuelches comenzaron a utilizar el caballo –animal traído por
los españoles al continente americano desde Europa–, para su traslado
cotidiano. Los viajes por la extensa Patagonia se volvieron entonces más
sencillos.
Creían en un dios
supremo llamado Temaukel, cuyo mensajero –Kenos–, era la estrella Alfa. Los
hechiceros de la tibu luchaban contra los malos espíritus.
Con respecto a su
vestimenta, aunque vivían en zonas de muy bajas temperaturas, apenas se cubrían
con un taparrabos en forma de triángulo, y una capa desde los hombros hasta los
pies, en el caso de los hombres, y hasta las rodillas en el caso de las
mujeres. Las integrantes femeninas de la tribu vestían también un cuero que les
envolvía el cuerpo desde debajo de los brazos y hasta las rodillas, con el pelo
hacia adentro.
En los pies
solían llevar una especie de zapatos de cuero con el pelo hacia fuera, en tanto
que, con relación al maquillaje, solían pintarse de color rojo oscuro, no sólo
por criterios artísticos o decorativos, sino también para evitar el contacto
directo del frío viento de la región con la piel descubierta. Se adornaban
también con collares y pulseras de tendones de guanacos, pastos, huesos de
pájaros de la zona o caparazones de crustáceos.
Usaban cabello
largo y solían emprolijar su flequillo. Se depilaban las cejas y solían también
tatuarse el cuerpo, especialmente, el antebrazo.
Eran monógamos en
su mayoría, y concretaban sus “matrimonios” a partir de la compra y venta de
las mujeres. Las familias eran llamadas “askas”, comandadas por un cacique.
Nunca trabajaron
la cerámica ni la confección de tejidos: apenas utilizaban algunos recipientes
de barro cocido.
ACTUALMENTE: Este
pueblo se ha extinguido.
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